
La nueva berlina de Mercedes ha sorprendido a propios y extraños. Es una rara mezcla entre berlina de lujo y carrocería deportiva que no renuncia a la comodidad de las cuatro puertas. Hubiera sido un toque muy especial que, además, tuviera portón trasero. Pero ésa no es la filosofía del modelo.
Está dirigido a un público exigente de a partir de 40 años, con un nivel adquisitivo elevado y que busca un tipo de coche de representación, pero sin la seriedad que caracteriza a los modelos de Mercedes de tres volúmenes.


Así, el CLS intentará satisfacer a los amantes de la deportividad y del lujo. El tiempo lo dirá.
Brabus ha «echado mano» de sus mejores telas para cubrir los asientos con cuero y alcántara, el salpicadero con cuero y el volante con madera y cuero. Los marcos inferiores de las puertas cuentan con luces que iluminan el suelo y mejoran la visibilidad al acceder y descender del vehículo. En el interior, los acomodados pasajeros traseros no han de estar «pegados» al portátil todo el tiempo.


El motor que anima a esta joya está modificado a partir del V8 que equipa el CLS 55 AMG. Gracias a cambios en la centralita electrónica, rinde 530 CV a 6.400 rpm y un par máximo de 79,0 mkg a sólo 3.000 rpm. Las prestaciones mejoran en consonancia con una velocidad máxima autolimitada a 310 km/h. La aceleración es fulgurante, con un paso de 0 a 100 km/h en 4,3 segundos, y en 13,6 segundos podemos rodar a 200 km/h desde parado. Para que el tren trasero digiera tal potencial, cuenta con un diferencial de deslizamiento limitado tarado al 40 por ciento.


Escapes calibrados para deleitar a los pasajeros con un sonido deportivo pero que no moleste, suspensiones ajustables en las que la dureza y el confort viajan unidos y ciertos toques aerodinámicos son la guinda a un pastel muy suculento.