Carta de Buenafuente

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Carta de Andreu Buenafuente
YO SOY CATALAN (PASALO)
Yo soy catalán sí y sólo espero que las cosas vayan bien en
todos los aspectos de la vida. Sólo espero (sigo haciéndolo
cada día) que el ser humano o lo que queda de él, trabaje por
un mundo mejor. Más justo, menos competitivo y excluyente con
los que no tuvieron la suerte de nacer en un punto llamémosle
rico del planeta. Para desear lo que acabo de decir, uno puede
ser catalán, gallego, croata, venezolano o de ninguna parte.
Hay gente que no se siente de ninguna parte. Hoy, he empezado
denominándome catalán a causa del enorme e incompresible
chaparrón político que se ha desatado sobre nuestras cabezas,
cómo si no hubiera temas importantes.
Con motivo de la ya famosa propuesta del Estatut (que nadie ha
leído), se ha recrudecido y hasta envenenado el eterno debate
sobre nuestros DNI, los supuestos sentimientos de patriotismo y
ese tipo de cosas que no nos importan a la gente de la calle.
Dado que ésta es una sociedad mediática apabullante, los
presuntos periodistas y sus grupos ejercen de jueces en lugar
de informadores.
Predisponen en lugar de servir las noticias. Así es como se
oscurece el clima y se cambian la palabra "debate", por
"crisis" o "debacle nacional".
La derecha se apunta al carro de la crispación y demuestra que
no sabe vivir en la oposición.
No tiene ideología. Sólo pretende recuperar el control del
"chiringito". Y, para eso, cuanto más grande e incuestionable
sea el "chiringuito" nacional pues mejor. A la derecha, le trae
al fresco la modernidad y la evolución del estado. Si pudiera,
ni se hablaría de éso.
Como si callar, eliminara el problema. Los políticos, en
general, enfocan los temas con torpeza, se les escapan de las
manos y generan la inquietante sensación de que "tenemos un
problema". Bueno, pues yo no tengo ni quiero tener problemas de
este tipo. Yo exijo que el estado aplique todos sus mecanismos
legales y reguladores para eliminar el conflicto de nuestra
vida cotidiana. Somos libres. Nos gestionamos así y el miedo,
el oscurantismo y los apocalípticos deberían estar prohibidos.
Porque no es sano, ni moderno, ni democrático. Todos aquellos,
los que sean, que aviven el fuego de la controversia, deberían
verse en un espejo y contemplar sus aspectos de hechiceros de
la tribu. Si Catalunya quiere un nuevo estatuto, ¿qué vamos a
hacer?
Pues lo que dice la ley. Esperar a que el Parlamento español se
pronuncie y considerar todas las declaraciones vertidas
durante el proceso como un elemento más del juego democrático.
De nada sirve juzgarlas por separado. De nada ensalzar a los
radicales, ni demonizar a los que discrepan, ni ridiculizar al
gobierno.
Bueno, sí. Sirve para cargarse al estado. Aquí, donde yo vivo,
nadie quiere ofender a nadie.
Nadie quiere enfrentamientos porque las heridas del pasado son
demasiado dolorosas como para desear reabrirlas. ¿Unidad
Nacional?
Estaremos unidos si respetamos nuestras diferencias e
identidades, conservadas con esfuerzo y alguna tragedia a
través de los siglos. Si nos sentamos en una mesa a construir
la España del siglo XXI, conseguiremos erradicar esa sensación
de pantano agrietado que amenaza con llevarse por delante
tantos años de poso común.
Los tiempos cambian y los pueblos que conforman el Estado
español son más listos, avanzados y orgullosos. ¿Que hay de
malo en eso? El orgullo sumado nos hará más fuertes. Nos
plantará ante Europa como un pulpo de tentáculos rápidos y
musculosos y no como un cangrejo con boina que camina hacia
atrás y no ve el progresos aunque lo tenga delante de sus
narices.
Soy catalán.
Mis padres emigraron desde Andalucía tras una guerra fraticida.
Mi jefe es italiano y vive en Madrid. Uno de mis mejores amigos
es de Chamberí. Su hija nació en China. Mis parientes se
reparten por Valencia, Murcia y Galícia. Mi compañera de
trabajo nació en New York. Toda esa gente, ahora y aquí,
pedimos políticos a la altura de las circunstancias que
negocien nuestro futuro con sentido común y profesionalidad.
Andreu Buenafuente
Noviembre 2005
Carta de Andreu Buenafuente
YO SOY CATALAN (PASALO)
Yo soy catalán sí y sólo espero que las cosas vayan bien en
todos los aspectos de la vida. Sólo espero (sigo haciéndolo
cada día) que el ser humano o lo que queda de él, trabaje por
un mundo mejor. Más justo, menos competitivo y excluyente con
los que no tuvieron la suerte de nacer en un punto llamémosle
rico del planeta. Para desear lo que acabo de decir, uno puede
ser catalán, gallego, croata, venezolano o de ninguna parte.
Hay gente que no se siente de ninguna parte. Hoy, he empezado
denominándome catalán a causa del enorme e incompresible
chaparrón político que se ha desatado sobre nuestras cabezas,
cómo si no hubiera temas importantes.
Con motivo de la ya famosa propuesta del Estatut (que nadie ha
leído), se ha recrudecido y hasta envenenado el eterno debate
sobre nuestros DNI, los supuestos sentimientos de patriotismo y
ese tipo de cosas que no nos importan a la gente de la calle.
Dado que ésta es una sociedad mediática apabullante, los
presuntos periodistas y sus grupos ejercen de jueces en lugar
de informadores.
Predisponen en lugar de servir las noticias. Así es como se
oscurece el clima y se cambian la palabra "debate", por
"crisis" o "debacle nacional".
La derecha se apunta al carro de la crispación y demuestra que
no sabe vivir en la oposición.
No tiene ideología. Sólo pretende recuperar el control del
"chiringito". Y, para eso, cuanto más grande e incuestionable
sea el "chiringuito" nacional pues mejor. A la derecha, le trae
al fresco la modernidad y la evolución del estado. Si pudiera,
ni se hablaría de éso.
Como si callar, eliminara el problema. Los políticos, en
general, enfocan los temas con torpeza, se les escapan de las
manos y generan la inquietante sensación de que "tenemos un
problema". Bueno, pues yo no tengo ni quiero tener problemas de
este tipo. Yo exijo que el estado aplique todos sus mecanismos
legales y reguladores para eliminar el conflicto de nuestra
vida cotidiana. Somos libres. Nos gestionamos así y el miedo,
el oscurantismo y los apocalípticos deberían estar prohibidos.
Porque no es sano, ni moderno, ni democrático. Todos aquellos,
los que sean, que aviven el fuego de la controversia, deberían
verse en un espejo y contemplar sus aspectos de hechiceros de
la tribu. Si Catalunya quiere un nuevo estatuto, ¿qué vamos a
hacer?
Pues lo que dice la ley. Esperar a que el Parlamento español se
pronuncie y considerar todas las declaraciones vertidas
durante el proceso como un elemento más del juego democrático.
De nada sirve juzgarlas por separado. De nada ensalzar a los
radicales, ni demonizar a los que discrepan, ni ridiculizar al
gobierno.
Bueno, sí. Sirve para cargarse al estado. Aquí, donde yo vivo,
nadie quiere ofender a nadie.
Nadie quiere enfrentamientos porque las heridas del pasado son
demasiado dolorosas como para desear reabrirlas. ¿Unidad
Nacional?
Estaremos unidos si respetamos nuestras diferencias e
identidades, conservadas con esfuerzo y alguna tragedia a
través de los siglos. Si nos sentamos en una mesa a construir
la España del siglo XXI, conseguiremos erradicar esa sensación
de pantano agrietado que amenaza con llevarse por delante
tantos años de poso común.
Los tiempos cambian y los pueblos que conforman el Estado
español son más listos, avanzados y orgullosos. ¿Que hay de
malo en eso? El orgullo sumado nos hará más fuertes. Nos
plantará ante Europa como un pulpo de tentáculos rápidos y
musculosos y no como un cangrejo con boina que camina hacia
atrás y no ve el progresos aunque lo tenga delante de sus
narices.
Soy catalán.
Mis padres emigraron desde Andalucía tras una guerra fraticida.
Mi jefe es italiano y vive en Madrid. Uno de mis mejores amigos
es de Chamberí. Su hija nació en China. Mis parientes se
reparten por Valencia, Murcia y Galícia. Mi compañera de
trabajo nació en New York. Toda esa gente, ahora y aquí,
pedimos políticos a la altura de las circunstancias que
negocien nuestro futuro con sentido común y profesionalidad.
Andreu Buenafuente
Noviembre 2005