Un tema de actualidad; matrimonios...

Tras la manifestación contra el matrimonio entre personas del
mismo sexo del pasado sábado, creo interesante reproducir un
texto que circula por internet, procedente del blog
www.psicobyte.com: "Estoy completamente a favor del permitir
el matrimonio entre católicos. Me parece una injusticia y un
error tratar de impedírselo. El catolicismo no es una
enfermedad. Los católicos, pese a que a muchos no les gusten o
les parezcan extraños, son personas normales y deben poseer
los mismos derechos que los demás, como si fueran, por
ejemplo, informáticos u homosexuales. Soy consciente de que
muchos comportamientos y rasgos de carácter de los católicos,
como su actitud casi enfermiza hacia el sexo, pueden
parecernos extraños. Sé que incluso, a veces, podrían
esgrimirse argumentos de salubridad pública, como su peligroso
y deliberado rechazo a los preservativos. Sé también que
muchas de sus costumbres, como la exhibición pública de
imágenes de torturados, pueden incomodar a algunos. Pero esto,
además de ser una imagen mediática más que una realidad, no es
razón para impedirles el matrimonio. Algunos podrían
argumentar que un matrimonio entre católicos no es un
matrimonio real, porque para ellos es un ritual y un precepto
religioso ante su dios, en lugar de una unión entre dos
personas. También, dado que los hijos fuera del matrimonio
están gravemente condenados por la Iglesia, algunos podrían
considerar que permitir que los católicos se casen
incrementará el número de matrimonios por el qué dirán o por
la simple búsqueda de sexo (prohibido por su religión fuera
del matrimonio), incrementando con ello la violencia en el
hogar y las familias desestructuradas. Pero hay que recordar
que esto no es algo que ocurra sólo en las familias católicas
y que, dado que no podemos meternos en la cabeza de los demás,
no debemos juzgar sus motivaciones. Por otro lado, el decir
que eso no es matrimonio y que debería ser llamado de otra
manera no es más que una forma un tanto ruin de desviar el
debate a cuestiones semánticas que no vienen al caso: aunque
sea entre católicos, un matrimonio es un matrimonio, y una
familia es una familia. Y con esta alusión a la familia paso a
otro tema candente: también estoy a favor de permitir que los
católicos adopten niños. Algunos se escandalizarán ante tal
afirmación. Es probable que alguno responda con exclamaciones
del tipo de '¿Católicos adoptando hijos? ¡Esos niños podrían
hacerse católicos!'. Veo ese tipo de críticas y respondo: si
bien es cierto que los hijos de católicos tienen mucha mayor
probabilidad de convertirse a su vez en católicos (al
contrario de lo que, por ejemplo, ocurre en la informática o
la homosexualidad), ya he argumentado antes que son personas
como los demás. Pese a las opiniones de algunos y a los
indicios, no hay pruebas evidentes de que unos padres
católicos estén peor preparados para educar a un hijo, ni de
que el ambiente religiosamente sesgado de un hogar católico
sea una influencia negativa para el niño. Además, los
tribunales de adopción juzgan cada caso individualmente, y es
precisamente su labor determinar la idoneidad de los padres.
En definitiva, y pese a las opiniones de algunos sectores,
creo que debería permitirse también a los católicos tanto el
matrimonio como la adopción. Exactamente igual que a los
informáticos y a los homosexuales."
mismo sexo del pasado sábado, creo interesante reproducir un
texto que circula por internet, procedente del blog
www.psicobyte.com: "Estoy completamente a favor del permitir
el matrimonio entre católicos. Me parece una injusticia y un
error tratar de impedírselo. El catolicismo no es una
enfermedad. Los católicos, pese a que a muchos no les gusten o
les parezcan extraños, son personas normales y deben poseer
los mismos derechos que los demás, como si fueran, por
ejemplo, informáticos u homosexuales. Soy consciente de que
muchos comportamientos y rasgos de carácter de los católicos,
como su actitud casi enfermiza hacia el sexo, pueden
parecernos extraños. Sé que incluso, a veces, podrían
esgrimirse argumentos de salubridad pública, como su peligroso
y deliberado rechazo a los preservativos. Sé también que
muchas de sus costumbres, como la exhibición pública de
imágenes de torturados, pueden incomodar a algunos. Pero esto,
además de ser una imagen mediática más que una realidad, no es
razón para impedirles el matrimonio. Algunos podrían
argumentar que un matrimonio entre católicos no es un
matrimonio real, porque para ellos es un ritual y un precepto
religioso ante su dios, en lugar de una unión entre dos
personas. También, dado que los hijos fuera del matrimonio
están gravemente condenados por la Iglesia, algunos podrían
considerar que permitir que los católicos se casen
incrementará el número de matrimonios por el qué dirán o por
la simple búsqueda de sexo (prohibido por su religión fuera
del matrimonio), incrementando con ello la violencia en el
hogar y las familias desestructuradas. Pero hay que recordar
que esto no es algo que ocurra sólo en las familias católicas
y que, dado que no podemos meternos en la cabeza de los demás,
no debemos juzgar sus motivaciones. Por otro lado, el decir
que eso no es matrimonio y que debería ser llamado de otra
manera no es más que una forma un tanto ruin de desviar el
debate a cuestiones semánticas que no vienen al caso: aunque
sea entre católicos, un matrimonio es un matrimonio, y una
familia es una familia. Y con esta alusión a la familia paso a
otro tema candente: también estoy a favor de permitir que los
católicos adopten niños. Algunos se escandalizarán ante tal
afirmación. Es probable que alguno responda con exclamaciones
del tipo de '¿Católicos adoptando hijos? ¡Esos niños podrían
hacerse católicos!'. Veo ese tipo de críticas y respondo: si
bien es cierto que los hijos de católicos tienen mucha mayor
probabilidad de convertirse a su vez en católicos (al
contrario de lo que, por ejemplo, ocurre en la informática o
la homosexualidad), ya he argumentado antes que son personas
como los demás. Pese a las opiniones de algunos y a los
indicios, no hay pruebas evidentes de que unos padres
católicos estén peor preparados para educar a un hijo, ni de
que el ambiente religiosamente sesgado de un hogar católico
sea una influencia negativa para el niño. Además, los
tribunales de adopción juzgan cada caso individualmente, y es
precisamente su labor determinar la idoneidad de los padres.
En definitiva, y pese a las opiniones de algunos sectores,
creo que debería permitirse también a los católicos tanto el
matrimonio como la adopción. Exactamente igual que a los
informáticos y a los homosexuales."